Ejercicios Espirituales en valle de los caídos


Unos Ejercicios en el Valle bien valen…

 

Si todo tiempo es tiempo de conversión y misericordia, la cuaresma es el tiempo para intensificar la vida espiritual con la oración el ayuno y la caridad y nos introduce a la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, es tiempo penitencial, de cambio en nuestras vidas, de hacer un alto para revisar nuestra relación con Dios, nuestro compromiso con el evangelio, de abrir puertas y ventanas de nuestro ser, de buscar en nuestro interior en qué lugar tengo yo a Dios. Y para eso la Iglesia nos invita a realizar ejercicios espirituales, donde nos retiremos durante unos días desconectados del ruido social y nos adentremos en la oración y la meditación, en la reflexión sobre las pláticas de nuestro director espiritual D. Ramón Garrido.

 

Uno de los lugares elegidos en esta cuaresma 2017, ha sido la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, donde hemos conocido y vivido durante estos días la vida monástica. Junto con los Ejercicio Espirituales, el plan de formación para los miembros de Providentia, contempla el conocer las distintas Órdenes Religiosas, Congregaciones y Movimientos eclesiales que conforman nuestra Iglesia en la actualidad.

 

En este entorno monacal, propicio para descubrir cuál es mi historia de salvación, como Dios ha actuado en mi vida, en mi entorno familiar, con mis amistades, en lo positivo y en los momentos de dolor, ¿Qué cambio tengo que hacer en mi vida? Con estas y otras reflexiones y a la luz del texto de Is 43,1-7, comenzamos estos ejercicios guiados por santa Teresa de Calcuta que nos adentra en el camino de la santidad y para ello nos tenemos que dejar y aceptar con una sonrisa la voluntad de Jesús. “La santidad no consiste en llevar a cabo cosas extraordinarias” (sta. Teresa de Calcuta), para esto tengo que partir con ser sincero conmigo mismo y desde esa sinceridad adentrarnos en el mensaje del Santo Padre Francisco para la cuaresma 2017. El Santo Padre nos pone la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (Lc 16,19-31). Y nos dice que “este relato nos da la clave para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión”.

 

Estos momentos de charlas, lecturas y meditación son el preludio, la preparación interior para la celebración del misterio eucarístico en la Basílica de la Santa Cruz del Valle, en la frialdad de ese monumento queda encogida el alma, pero que cambia en la medida que oímos el canto gregoriano de la escolanía en la procesión de entrada que nos predispone e introduce en la celebración de la Santa Misa, sabido es del cuidado y celo de la Orden Benedictina por la liturgia, haciendo de ella fuente de la vida espiritual, entendida como una relación personal con Dios. Sin darte cuenta la acción litúrgica te va llenando tu interior valiéndose del canto gregoriano de la escolanía, los tiempos de silencio, de la celebración de la Palabra, que es un don, llevándote a la participación plena en el misterio de la eucaristía. El tiempo separa, aun en medio de tanta gente te encuentras solo ante Dios, ha sido una bendición el poder participar en esta eucaristía.

 

El rezo del Oficio Divino con la comunidad Benedictina dentro de la vida monástica nos ha llevado a descubrir el valor de la oración de la Iglesia, de esta Iglesia silenciosa, “que ora por todos, que se entrega en el amor a Dios por todos, por los que lo quieren y por los que no lo quieren, por los que no lo conocen, para que Dios nos siga queriendo y perdonando a todos sin distinción. Es estar en continua oración de reparación por nuestras ofensas y pecados”. Son palabras del Prior del monasterio el Padre Santiago Cantera en el encuentro que tuvimos, donde nos habló del carisma y fundación de la Orden por San Benito y su Regla de la que emanan otras ordenes monásticas así como de su presencia en el Valle de los Caídos, y el mantenimiento de la Escolanía donde los niños adquieren una formación musical junto con la académica impregnada de los valores cristianos.

 

En este breve pero denso ejercicio del espíritu y ayudado por el entorno he podido revisar y tratar de descubrir a Dios como centro de nuestra vida, si todo es Gracia, si me dejo abandonar en la Providencia, si realmente digo como San Pablo “… yo ya no vivo, sino que es Cristo quien vive en mí;…” (Gal 2,20). Y en adelante tratar de sentir en y con la Iglesia para ser testimonio evangélico, ver la Iglesia desde la fe. “Cristo, el único Mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y caridad”, (LG 8) y unidos también para participar en la renovación de la Iglesia, como reza nuestro lema, “Ecclesiam amare atque Semper serviré. Reformare et convertere in ecclesia”. Entendiendo que este lema no es para otros, sino que la renovación y conversión empieza por mí, en primera persona.

 

Finalizamos con el propósito en esta Cuaresma de hacer un plan de vida, desterrando nuestros pesimismos y hacer frente a las dificultades que se nos presentan diariamente y así poder afrontar la continua acción apostólica a la que estamos llamados los cristianos, fijándonos para ello en la vida ejemplar de tantos Padres y Santos que nos precedieron.

 

Paz y bien.

 

 

Juan J. Ojeda